El tiempo juega de maneras diferentes con relación a las pandemias. Desde el principio de la década del 2000, por ejemplo, un sentido de urgencia ha sido cultivado anticipando la “siguiente pandemia” – un marco bastante generativo que establece un cuerpo de conocimientos, prácticas, recursos, e infraestructuras desigualmente distribuidas alrededor del mundo como preparación para una crisis en salud que siempre estuvo a la vuelta de la esquina (Lakoff 2017). La omnipresencia de la pandemia-por-venir creó un tiempo de preparación, de una expectativa continua de una amenaza proyectada en el futuro cercano (Caduff 2015). Cuando la pandemia finalmente llegó a estar presente, los esquemas de respuesta desarrollados dentro de los ámbitos de la bioseguridad y de la salud pública mundial desencadenaron el momento de la inmediatez. Las fronteras fueron cerradas, los vuelos cancelados, y los cuerpos fueron sometidos a toques de queda y cuarentenas con el fin de detener la propagación del virus (Caduff 2020).