Mientras estoy escribiendo esta pieza, Brasil es el epicentro global de dos tragedias – la pandemia del Covid-19 y la cruzada antigénero que ha transformado América Latina en un ejemplo de cómo promover políticas autoritarias contra las mujeres y las minorías sexuales. Ambos eventos no son coincidencia: Brasil ha sido duramente golpeado por la pandemia en gran parte por la negación sistemática del gobierno de la evidencia científica, una táctica común utilizada por gobiernos autoritarios que buscan controlar la población a través del miedo. Por ejemplo, a pesar de la falta de evidencia científica adecuada sobre la eficacia de la hidroxicloroquina, esta es ampliamente ofrecida como el tratamiento oficial para la Covid-19. A los brasileños no les está permitido siquiera contar adecuadamente las muertes relacionadas con la Covid-19. La continua rotación del liderazgo en el Ministerio de Salud ha obstaculizado los esfuerzos de vigilancia nacional. Ha recaído sobre la sociedad civil, los medios de comunicación y las municipalidades locales el conteo de los cuerpos. La negación de la ciencia por parte del gobierno ha dejado atrás también a las mujeres: contrario a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el gobierno de Brasil ha rechazado reconocer las necesidades de la salud reproductiva como atención primaria de salud.